
Subieron la torre al atardecer, con cada paso resonando suavemente. En el segundo rellano encontraron la losa suelta. Debajo descansaba una pequeña caja de hojalata atada con una cinta descolorida. Cuando las campanas empezaron a sonar, el aire pareció cargarse de recuerdos.
Dentro de la caja había un sobre de banco, una vieja cinta de videocámara y una chapa de latón con el número 312 grabado. Una nota escrita a mano decía: “Para el día en que por fin veáis lo que guardamos a salvo”. El número coincidía con una caja de seguridad en un banco cercano. Les temblaban las manos, pero sabían que tenían que abrirla.
