
Condujeron bajo la lluvia constante hasta la vieja casa. El porche aún olía a lilas y madera húmeda. En el desván encontraron el baúl de cedro, escondido detrás de un bastidor de colcha. La llave giró con facilidad, el candado hizo clic y la tapa se levantó con un suspiro. Dentro había un fajo de cartas atado con hilo azul, esperando como algo dormido.
Las cartas contaban una historia que nadie en la familia conocía. Cuando Mia era un recién nacido, necesitó una transfusión de sangre. Una enfermera anónima se había quedado más tiempo, donó y dejó una oración escrita en una pequeña tarjeta. De entre las cartas cayó una fotografía que les dejó sin aliento. La enfermera era la madre de Evan, sonriendo mientras sostenía a un bebé envuelto en una manta del hospital. Sus caminos se habían cruzado años antes de conocerse. La abuela había escondido la llave para que la verdad saliera a la luz solo cuando el amor estuviera preparado.
