Un hombre colapsó en medio de una ventisca — lo que hizo un gato callejero le salvó la vida

De vuelta en casa, la nieve empezaba a derretirse. Walter se detuvo en el porche de su cabaña, el aliento visible en el aire frío. Dejó la bolsa en el suelo y miró al gato, sentado junto a sus botas. “Bueno,” dijo con voz suave, “parece que lo conseguimos, Ángel.” Ella maulló una vez, rozando su pierna antes de entrar corriendo.

El fuego chisporroteaba mientras Walter se acomodaba en su viejo sillón. Ángel saltó a su regazo, enroscándose sobre su corazón. La habitación se llenó del calor y del suave ronroneo que lo había salvado. En pocas semanas, su historia recorrió el país. Los titulares la llamaron El ángel de la ventisca. Llegaron cámaras y cartas, pero a Walter no le interesaba la fama. Solo quería noches tranquilas junto a aquella pequeña vida que le había devuelto la suya. “La gente dice que la rescaté,” contó una vez a un periodista, con una sonrisa cansada. “Pero la verdad es que ella me rescató primero.”
Esa noche, mientras la nieve volvía a caer detrás de la ventana, Walter se durmió en paz, protegido por el pequeño corazón que se negó a dejar de latir para salvar el suyo.