El perro que esperaba cada día en la parada del autobús — lo que el conductor descubrió la hizo llorar

Pasaron las semanas y algo maravilloso sucedió. Los pasajeros empezaron a notar que el perro solitario ya no estaba solo. Algunas mañanas, Max trotaba junto al autobús amarillo al llegar. Otras veces, Laura se agachaba para acariciarlo antes de iniciar su ruta. Se habían vuelto inseparables. Cuando llegó el invierno, Laura dejó una manta vieja en la marquesina para él. Pero una mañana helada lo encontró esperándola junto a su autobús aparcado. Sus ojos la miraban como si preguntaran: “¿Puedo venir contigo?” Laura sonrió. “Está bien, amigo. Sube.” Max subió, dio una vuelta y se acurrucó en el asiento a su lado, como si siempre hubiera sido su sitio.

Desde aquel día, Max viajó con ella en todas las rutas. Los pasajeros lo adoraban, le hacían fotos y le daban golosinas. Los niños saludaban cuando veían al “perro del autobús”, y el vehículo de Laura se convirtió en el más alegre de la ciudad. Una mañana, mientras el sol iluminaba las calles, Laura miró a Max dormido a su lado. La luz dorada llenaba el autobús, cálida y suave. Sonrió y susurró: “Esperabas que alguien volviera a casa. Al final, solo necesitabas un nuevo hogar.” Max levantó la cabeza y movió la cola contra el asiento. Fuera, la ciudad despertaba, pero dentro del autobús reinaba la calma. Ya no era una historia de pérdida, sino de segundas oportunidades y del amor que siempre encuentra el camino de regreso. Aquel día, Laura comprendió algo que nunca olvidaría: a veces el amor no desaparece, solo toma una nueva ruta para volver a casa.