El perro que esperaba cada día en la parada del autobús — lo que el conductor descubrió la hizo llorar

Al día siguiente, Laura llegó temprano al depósito con un plan. Llevaba comida, agua y una manta vieja. Cuando su autobús se detuvo en la parada habitual, Max estaba allí, como siempre, erguido y silencioso. Laura sonrió y murmuró: “No te rindes, ¿verdad?” Al terminar su turno, volvió a la vieja casa. Max descansaba junto a la verja, con la cabeza entre las patas. Ella colocó la comida y el agua a unos pasos y se sentó cerca. “Está bien, chico. No voy a echarte,” dijo en voz baja. Max olfateó el aire, pero no se movió. Durante varios días, Laura volvió, sentándose con él y hablándole suavemente de su jornada. Poco a poco, empezó a confiar en ella. Un paso, luego otro. Hasta que, finalmente, ocurrió lo imposible.

Al final de la semana, Max se acercó y apoyó la cabeza en su rodilla. Laura se quedó inmóvil, con las lágrimas resbalando por las mejillas. “Eso es,” susurró. “Ya no estás solo.” Aquel instante lo cambió todo. Desde entonces, Max no solo la esperaba en la parada, también cerca del depósito. Cuando veía llegar su autobús, movía la cola con alegría.

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