El perro que desenterró un secreto oculto en el jardín del vecino

Al amanecer, dos agentes y un inspector municipal estaban en el jardín de Henry, con las botas cubiertas de rocío. Limpiaron la tapa y comprobaron si había fugas de gas. Nada. El inspector bajó una linterna y miró dentro de un estrecho pozo de ladrillo. La luz iluminó algo inesperado: estanterías.

Estanterías de ladrillo, construidas con esmero hacía mucho tiempo. Encima había tarros, pequeñas latas y una caja de madera con asas de cuerda. El inspector dijo que aquella cámara no aparecía en ningún plano municipal. El agente pidió por radio bolsas para pruebas. El perro movió la cola una vez, como diciendo: “Ya os lo dije.” Henry y el vecino observaron cómo sacaban, uno tras otro, varios objetos: fajos de cartas atadas con cuerda, una vieja matrícula, un mapa de la ciudad cubierto de anotaciones a lápiz. La radio del agente crepitó. Pidió a todos que se apartaran. Lo que ocurrió después cambiaría todo lo que creían saber sobre su tranquila calle.