El oso que se acercó a la tienda del excursionista y lo cambió todo

Dentro había un diminuto cachorro, cubierto de barro y temblando, no más grande que su antebrazo. El pequeño gemía, aferrándose a un hilo de calor. Ryan parpadeó incrédulo. Un oso había llevado aquella frágil vida hasta él. ¿Por qué? Se quitó la chaqueta y envolvió al cachorro, sosteniéndolo contra su pecho. El pequeño corazón latía débil pero firme. “Ya estás a salvo”, susurró con la voz entrecortada. Miró hacia los árboles, esperando ver al oso otra vez, pero el bosque ya lo había absorbido.

El silencio que siguió era distinto, sereno, casi sagrado. Ryan se sentó junto al fuego, mirando el lugar donde había estado el animal. Nada tenía sentido. Los osos no se comportan así. Y sin embargo, sabía lo que había visto. Frotó el pelaje del cachorro para darle calor. El cuerpecito suspiró y se acurrucó más. A Ryan se le encogió el pecho. De algún modo, aquella pequeña vida se había cruzado con una madre salvaje que había perdido a sus crías. Murmuró un “gracias” al bosque. En el fondo, estaba seguro de que ella lo escuchó.