
El doctor Carter levantó los prismáticos y observó con atención el nido antes de volverse hacia la multitud. “Esto es extremadamente raro”, dijo. “Creo que el águila confundió al cachorro con una de sus crías, no con una presa. Las águilas son animales muy inteligentes. Si esta hembra acaba de tener polluelos, tal vez le costaba mantenerlos calientes. Los movimientos o el olor del cachorro pudieron despertar su instinto maternal.” En otras palabras, el águila no había robado al cachorro. Lo había rescatado.
Durante un largo momento nadie habló. Horas antes todos temían lo peor, y ahora presenciaban algo extraordinario: un depredador mostrando ternura en lugar de violencia. Incluso los vecinos más escépticos no podían dejar de sonreír. Era una prueba de que la compasión puede aparecer en los lugares más inesperados, incluso en plena naturaleza. ¿Quieres saber cómo están ahora el águila y el cachorro? Sigue leyendo.
