
Era una tranquila mañana de domingo en Maplewood Heights. Las calles estaban en silencio, los pájaros cantaban suavemente y la mayoría de los vecinos disfrutaban de un despertar lento. Aquella calma no duró mucho. De pronto, un grito agudo y penetrante rompió el aire. Los vecinos, sorprendidos, se quedaron inmóviles con la taza de café a medio camino y corrieron a las ventanas. Lo que vieron les aceleró el corazón.
Sobre los tejados volaba un enorme águila real, con las alas brillando al sol. De repente, sin previo aviso, se lanzó en picado hacia uno de los jardines traseros. En un instante, sus garras se cerraron sobre algo pequeño y blanco en la hierba. Antes de que nadie pudiera reaccionar, el ave remontó el vuelo con un cachorro entre las patas. Durante unos segundos, el mundo pareció detenerse. Era como una escena de un documental de naturaleza, solo que estaba ocurriendo allí mismo, sobre su barrio.
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