Seguro que te ha pasado: entras en la ducha, lista para disfrutar de ese chorro de agua revitalizante… y lo que sale es un triste hilo que apenas te alcanza. ¿El culpable? La cal y la suciedad que se van acumulando poco a poco dentro del cabezal, obstruyendo los orificios por donde sale el agua. Claro, podrías pasarte horas frotando o intentando limpiar uno a uno esos diminutos agujeros, pero ¿quién tiene tiempo o ganas? Por suerte, existe un truco tan sencillo que te preguntarás cómo no lo habías probado antes. Y lo mejor de todo: la solución probablemente está en tu cocina.
El agua dura provoca la acumulación de cal, especialmente en los pequeños orificios del cabezal de la ducha. Se infiltra poco a poco, se va acumulando y, con el tiempo, termina bloqueando el chorro. El resultado es un débil goteo, más parecido a una ligera llovizna que a una ducha de verdad. No es precisamente la forma más estimulante de empezar el día. Pero hay más: los restos de jabón y las bacterias también se sienten a gusto en ese ambiente cálido y húmedo. Se acumulan, se vuelven pegajosos e incluso pueden provocar malos olores. Una ducha que debería dejarte limpia y fresca acaba haciéndote sentir justo lo contrario. Suena fatal, ¿verdad? Pues hay buenas noticias: la solución la tienes, casi seguro, en la cocina.
¿Quieres saber cuál es el sencillo truco que dejará tu cabezal de ducha reluciente en muy poco tiempo? Te lo contamos en la siguiente página.